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martes, 24 de febrero de 2009

Mi primer día en
Nuevas Generaciones de Móstoles


Defender la libertad, la justicia y la igualdad en el País Vasco es una hazaña de altura sólo apta para los más valientes. Defenderlo bajo las siglas del PP puede suponer, incluso, arriesgar tu propia vida en pro de algo aún más noble que tus ideales. Puede significar -y desgraciadamente muchas veces significa-, el ser asesinado por la defensa del derecho inherente de un pueblo a vivir y expresarse libremente, arrojando definitivamente bozales impuestos por el temor del tiro en la nuca.


Ni siquiera llevo un mes formando parte de Nuevas Generaciones de Móstoles. La pasada semana me llamaron y dijeron “¿te apuntas el domingo a un mitin en el País Vasco?”. Contesté un “sí” casi sin pensarlo. Mi madre, que estaba a mi lado, no lo tenía tan claro: “es que Bilbao…” Aunque la contestación estaba ya dada, cuando me paré a reflexionar me convencí aún más. La gente del Partido Popular Vasco arriesga diariamente su vida por defender aquello en lo que cree, dejando el miedo al margen. A nosotros sólo se nos pedía acudir a ayudarles un día. Moralmente, casi no teníamos derecho a sentir miedo.


Así que a las cinco de la madrugada del domingo ya estaba allí, sentada en el autobús y con destino a Barakaldo. Primera parada para recoger a algunos compañeros de Alcorcón y, ante nosotros, más de cinco horas de viaje. El sueño nos vence de manera irremediable la partida y hasta después de haber parado a tomarnos un café no se oye una voz. Con la cafeína dando ya la fuerza necesaria para combatir el cansancio empezamos a hablar: risas, buen rollo y la política empieza a aparecer por doquier. Parece que todos la llevamos dentro. Definitivamente es aquí donde quiero estar. Comienzan a surgir los ideales, nuestra forma de ver la vida, y, quizá por la edad, la ilusión de pensar que lo utópico no siempre tiene que significar no realizable. La palabra libertad asoma sin censuras: libertad para pensar, para decidir, para expresarse. Y lo hacemos de camino a un País Vasco en el que desgraciadamente no gozan de la misma suerte. Cuando llegamos a Barakaldo vemos cómo para poder hablar de derechos y obligaciones sin cortapisas necesitamos casi refugiarnos en un especie de búnker llamado Bilbao Exhibition Centre, tomado por la Ertzaintza


Fue entonces cuando comencé a conocer y a escuchar a ese grupo de valientes por los que había emprendido el viaje. Nosotros veníamos, defendíamos nuestras ideas, y nos íbamos. Pero ellos después saldrían a la calle, y aún así no les importaba luchar y dar la cara. Definitivamente, estos vascos sí que son de otro calibre. Junto a Antonio Basagoiti estaban Iñaki Oyarzabal, Arantza Quiroga y nuestro presidente, Mariano Rajoy. En todos ellos latía un pensamiento común: democracia para el País Vasco; democracia, libertad e igualdad para todos, no sólo para los que portan las armas o sus secuaces. Basagoiti agarró el toro por los cuernos y habló de crisis, de política lingüística y educativa, de derecho a elegir y, dando una lección a sus contrincantes, dio soluciones para ello. De la misma opinión eran Quiroga y Oyarzabal quienes, aprovechando la cobertura de Don Carnal, denunciaron cómo PNV y PSE utilizan trajes de corderito para disfrazar sus verdaderas intenciones. Cuando fue el turno de Mariano Rajoy, la ironía se adueñó de la sala, y es que, en muchas ocasiones, es el único recurso que queda para no llorar: “en una oposición para ser médico en el País Vasco saber euskera suma 17 puntos, mientras que tener un doctorado cum laude cuenta 4 puntos y saber tres idiomas (inglés, francés y alemán) sólo 5… Miren ustedes, yo espero no ponerme malo, pero si es así espero que me opere el mejor, aunque hable en chino, ¡pero que me opere bien!” Risotada y aplauso general.


Tras dos horas de mitin los gritos de “Presidente” y “Lehendakari” se desvanecieron, igual que las palabras democracia y libertad cuando abandonamos el “búnker”. Parece que, a pesar de tanto hermetismo, el cielo de Bilbao nos había escuchado y ya lucía azul y desencapotado, dando luz a la esperanza. De rumbo a Madrid, la política volvió a absorber unas cuantas conversaciones más. Es que nos gusta mucho, qué se le va a hacer. Fue entonces cuando me di cuenta de que definitivamente había elegido un buen lugar para participar. Hablamos de la necesidad de convencer por la razón, por los argumentos, dejando la demagogia para aquellos que sólo ven en el ciudadano a un ente manipulable. De esbozar la fuerza del sentido común contra los que pretenden engañar o ensuciar la política con sus malogradas intenciones. De ser libres, de comprender que aquel que te ofrece un voto no sólo te está dando un número que cuantificar, te está entregando una responsabilidad por la que luchar y trabajar. Realmente me alegré de que la nueva hornada política de nuestro país tuviera este sentir.


Después más risas y la repetición incesante de un comentario de Rajoy “son las tres de la tarde y el Sr. Bermejo todavía no ha sido cesado”. Y así a cada hora o a cada instante en el que nos quedábamos sin nada que decir (los menos). Parece que tanto le hicimos pitar los oídos al Sr. Bermejo que gracias a Dios no le ha quedado otra salida. Probemos a ver si somos tan infalibles con Paz Martín. Yo empiezo a poner mi granito de arena: “Son las 15:02 de la tarde del Martes 24 de Febrero y la Sra. Paz Martín todavía no ha dimitido”. Os toca.